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Joaquín Sabina es ese cantante y poeta cuya figura ha trascendido a la categoría de mito popular gracias a una obra artística que ha universalizado la visión irreverente y pasionalmente bella de la vida desde la nocturnidad alevosa, el amor febril y el desamor sin paliativos. Versos y estrofas que pecan de desairado sincericidio y arañan utopías y libertades, y que le han convertido en la figura indispensable de la música contemporánea y la poesía de calle en español.

Maestro del cuento cantado, incorregible vividor, roquero de corazón, cantautor de guardia, Joaquín Ramón Martínez Sabina nace en Úbeda (Jaén, España) en 1949; fue un lector voraz desde su adolescencia, época en la que escribió sus primeros poemas y participó en un incipiente grupo de rock. Durante su periodo universitario tomó parte en el movimiento estudiantil contrario al Régimen, peripecias que terminaron con su autoexilio en Londres, donde escribiría sus primeras canciones, hasta su regreso a España en 1977.

Instalado en Madrid como irredento urbanita alterna la edición de sus primeros discos en solitario con las actuaciones en La Mandragora (con Javier Krahe y Alberto Pérez) y la composición de temas para otros artistas. Desde entonces ha publicado diecisiete discos de estudio, varios de ellos capítulos esenciales de la historia de la música popular en castellano como Juez y parte (85), Física y química (92), 19 días y 500 noches (99) o Vinagre y rosas (09), y entre los que también destacan sus trabajos hechos al alimón con Fito Páez y con Joan Manuel Serrat. A esta capital discografía se suman siete directos y un audiolibro de poemas recitados que, junto a diferentes recopilatorios, han acumulado más de diez millones de discos físicos vendidos a lo largo de su carrera y más de dos mil millones de streams de audio.

Desde mediados de los ochenta, convertido en artista de altísima popularidad y poder de convocatoria, ha hecho innumerables giras que han pasado por casi todos los países americanos, incluyendo los más prestigiosos escenarios y festivales como el Auditorio Nacional de México, el Luna Park de Buenos Aires, o el chileno Viña del Mar, entre otros muchos, y también ha recalado en míticas salas europeas como el Royal Albert Hall de Londres y el Olympia de París.

Paralelamente Joaquín Sabina ha desarrollado una carrera literaria que inauguró con el cancionero, pagado de su bolsillo, Memoria del exilio (76), al que seguiría una década después De lo cantado y sus márgenes, en una faceta que concluye con el recopilatorio de sus canciones Con buena letra (original de 2002 y ampliado en dos ocasiones). En el plano puramente poético cabe destacar el libro de sonetos Ciento volando de catorce (01), publicado en colección Visor de Poesía y que supuso un hito en la edición de poesía en español por su gran acogida lectora, así como los tres recopilatorios de versos aparecidos en publicaciones donde ha colaborado: Interviú, Público y más recientemente Tinta Libre, de los que resultaron respectivamente Esta boca es mía (05), El grito en el suelo (12) y En román paladino (18). Su bibliografía se completa con el epistolario A vuelta de correo (07), que incluye misivas con personalidades como el insurgente Subcomandante Marcos y el poeta José Hierro, y dos misceláneas que contienen dibujos y fragmentos inconclusos de poemas y canciones: Muy personal (13) y Garagatos (16), libro de coleccionista editado por Artika en edición limitada. Por otra parte se han publicado decenas de biografías de su vida, así como múltiples estudios sobre su obra poética y musical.

A finales de 2017 estrenó su último álbum de estudio Lo niego todo y en 2020 ofreció su última gira hasta la fecha, No hay dos sin tres, junto a Serrat, que se truncó tras una caída de Joaquín desde el escenario del Wizink Center de Madrid. Ese mismo año se emitió la serie audiovisual Pongamos que hablo de Joaquín Sabina. En la actualidad prepara su disco y gira de despedida de los escenarios y estrena

Sintiéndolo mucho, película documental rodada a lo largo de 13 años y dirigida por Fernando León de Aranoa en lo que supone un “retrato sin bombín, hecho a muy pocos centímetros de su piel, que cuenta sin atenuantes la intimidad del artista, sus bambalinas, cuando baja del escenario”.

El reconocimiento a su trayectoria profesional ha sido avalado con multitud de premios y distinciones entre los que destacan la Medalla de Plata de Andalucía, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, la Medalla de Oro de la Ciudad de Madrid, la de Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires y de Montevideo, los tres premios Ondas y el Premio Grammy Latino a la Excelencia Musical. Él, sin embargo, con su singular humor, asegura preferir los muchos bares que llevan el nombre de alguna de sus canciones tanto en España como en Latinoamérica.

A sus casi setenta y cuatro años, curado de espantos por viejo y por diablo, sus dos pasiones reconocidas son el idioma español y las ricas y variadas formas de hablarlo en Latinoamérica.